Cuando hablamos de
Maestros y de Maestría en términos de espiritualidad, es obvio que siempre aparezcan
como referentes los maestros del cristianismo, budismo, islamismo, hinduismo,
etc… en todos los casos y en ninguno tenemos un referente tal cual nos interesa
conectar hoy día. Esto es debido a que la conciencia, en su múltiple escalar,
ha ido modificando su estructura y por tanto sus necesidades externas de guía. Así
pues, vamos a comprobar, paulatinamente como la conciencia colectiva, en núcleos
suficientemente extensos, comienza a alejarse del arquetipo del maestro que guía
el rebaño y va a conectarse con la maestría interior, aquella que define uno
mismo y que forma parte del camino de la individualización.
Mientras estamos
dormidos y formamos parte del colectivo, es decir, no tenemos criterio ni identidad
propia, sino que es el colectivo quien nos da el lugar, vamos a requerir de un
maestro que nos diga y haga saber lo que nos conviene, como si fuéramos niños
pequeños. Nos va a enseñar como es Dios, que está bien y que está mal y nos va
a castigar si cometemos algún pecado.
Cuando crecemos, cuando
nos valemos por nosotros mismos, cuando el criterio surge de nuestros parámetros
experienciales internos, no vamos a seguir precisando de ningún guía externo
que nos conduzca. No vamos a tener un objetivo externo a quien responsabilizar
de nuestras circunstancias y mucho menos de lo que son nuestras responsabilidades.
En ese instante en que la madurez interna aparece, sólo vamos a necesitar de la
conexión con nuestro sentido interno, allí y sólo allí encontraremos todas las
respuestas y estas serán aquellas que estemos preparados para escuchar. No pretendamos
que cuando este ejercicio de madurez no se ha realizado todavía, la persona
tenga capacidad de escuchar su voz interior, es por ello por lo que muchos
individuos se pierden en todo aquello que les llega desde afuera y les atrae,
sea por el motivo que sea. Ahí aparece el alumno bregando duramente consigo
mismo y su capacidad evolutiva, para encontrar aquello que su alma necesita y
no lo que cree necesitar para alimentar un estado de confort donde no se
requiere de esfuerzo y madurez interior.
En este momento del
espacio/tiempo actual, la conciencia colectiva está realizando un esfuerzo
superlativo para salir de su zona de confort. No es fácil, pero tampoco es
imposible. Es necesario que se respete los tempus personales y que se acompañen
los procesos con calma y atención. Nunca nadie camina al mismo ritmo. El momento
de empoderarse ha comenzado.
El despertar conlleva un
esfuerzo interior que formará parte de la capacidad de madurez de cada persona.
Sé Bienvenido a la Vida Consciente.
Joanna Escuder
13 de Enero de 2016